Memoria de Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia

Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.
October 1, 2022
San Lucas 10 17 24

Unos minutos con Dios.

Santa Teresa del Niño Jesús

Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre ( 1897)

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:

Evangelio según San Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia ……

Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo. (Lucas 10, 20)

¿Cómo te sentirías si le dijeras a un demonio que se vaya al infierno, y se fuera? ¡Cosas como estas no suceden todos los días! Ahora, imagina cómo se pueden haber sentido los setenta y dos discípulos del Evangelio de hoy. Habían visto a Jesús expulsar demonios muchas veces, y ahora ellos estaban haciendo lo mismo. Eso sin mencionar que algunos de los discípulos más cercanos de Jesús no habían podido expulsar un demonio poco tiempo antes de este episodio, y ahora está “segunda generación” estaba teniendo éxito donde otros no lo habían tenido (Lucas 9, 37-43). ¡Deben haberse sentido muy orgullosos de traer las noticias a su maestro!

Por supuesto, Jesús estaba orgulloso de ellos también. Estaba feliz de verlos tomar riesgos en su nombre y de que experimentaran el poder del Espíritu que fluía a través de ellos. El Señor había dedicado mucho tiempo a enseñarles, y ellos estaban mostrando signos de crecimiento.

Pero al mismo tiempo, Jesús sabía que estos discípulos necesitaban corrección. Si ellos se sentían orgullosos de su poder espiritual, Jesús quería que estuvieran orgullosos de su ciudadanía celestial. Si estaban entusiasmados porque los demonios se les sometían, él quería que estuvieran entusiasmados por la alegría que viene de someterse a su Padre celestial. Su alegría, aunque era algo bueno, se centraba más en sí mismos que en Dios cuyo poder ellos acababan de presenciar.

Ese es el corazón de la vida espiritual. Para crecer en santidad debemos centrarnos en Jesús y el llamado celestial que él nos ha hecho. No importa cuáles “poderes” tengamos; lo que importa es nuestra disposición a aceptar el poder y la autoridad de Dios en nuestra vida. Así es como funciona la ciudadanía: Tú reconoces la autoridad de aquel que gobierna tu nación y trabajas por el bien común de tus compatriotas.

Tu nombre está escrito en el cielo, eso significa que perteneces a Cristo. Y pertenecer a Cristo significa vivir para él y seguir sus mandamientos. Pero también significa que Jesucristo te pertenece. El Señor se ha comprometido contigo en una alianza inquebrantable de amor. Y eso es algo de lo que vale la pena alegrarse.

“¡Toda la alabanza a ti, Señor Jesús, porque has escrito mi nombre en el cielo!” Amén (Extracto de LPEN)

Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.» (Salmo 118)

Acordaos, 
oh piadosísima Virgen María, 
que jamás se ha oído decir 
que ninguno de los que han acudido 
a tu protección, 
implorando tu asistencia 
y reclamando tu socorro, 
haya sido abandonado de ti. 
Animado con esta confianza, 
a ti también acudo, oh Madre, 
Virgen de las vírgenes, 
y aunque gimiendo 
bajo el peso de mis pecados, 
me atrevo a comparecer 
ante tu presencia soberana. 
No deseches mis humildes súplicas, 
oh Madre del Verbo divino, 
antes bien, escúchalas 
y acógelas benignamente. Amén

Para el Evangelio del día oprime aquí.

 

Unidos en oración por las Intenciones del Papa Intenciones para octubre 2022

Ofrecimiento diario
por la Iglesia y por el mundo

V/ Ven, Espíritu Santo,
inflama nuestro corazón
en las ansias redentoras
del Corazón de Cristo.

R/ Para que ofrezcamos
de veras nuestras personas y obras,
en unión con él
por la redención del mundo.

Señor mío y Dios mío Jesucristo:
por el Corazón Inmaculado de María
me consagro a tu Corazón,
y me ofrezco contigo al Padre
en tu santo sacrificio del altar,
con mi oración y mi trabajo,
sufrimientos y alegrías de hoy,
en reparación de nuestros pecados
y para que venga a nosotros tu reino.

Te pido en especial:
por el Papa y sus intenciones,
por nuestro obispo
y sus intenciones,
por nuestro párroco.
y sus intenciones
Intención universal –  Por una Iglesia abierta a todos

Recemos para que la Iglesia, fiel al Evangelio y valiente en su anuncio, viva cada vez más la
sinodalidad y sea un lugar de solidaridad, fraternidad y acogida

 

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