Memoria de San Basilio Magno y san Gregorio Nacianzeno, Obispos y doctores de la Iglesia

Nosotros predicamos a Cristo crucificado
January 2, 2024
San Juan 1 19 28

Unos minutos con Dios

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:

Evangelio según San Juan 1, 19-28

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?"

Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: "Yo no soy el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?" Él les respondió: "No lo soy". "¿Eres el profeta?" Respondió: "No". Le dijeron: "Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?" Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Enderecen el camino del Señor', como anunció el profeta Isaías".

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: "Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias".

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia ……

Yo soy la voz que grita en el desierto. (Juan 1, 23)

Los fariseos querían saber si Juan el Bautista afirmaba ser la segunda venida de uno de los grandes profetas de Israel. Quizá algunos de ellos conocían la promesa que hizo el ángel a su padre, de que Juan iría delante del Señor con “el poder del profeta Elías” (Lucas 1, 17). Pero en lugar de recitar orgullosamente sus credenciales, Juan desvió la atención hacia Jesús, diciendo: “Yo soy la voz que grita en el desierto” (Juan 1, 23).

La afirmación de Juan quizá no fue presumida, pero estaba lejos de ser tímida. El pasaje que citó debió dejar claro a quienes lo escucharon: Aquel a quien él estaba anunciando era el anhelado Mesías.

Muchas personas viven en un desierto espiritual, un paisaje desolado de temor y desesperanza. Y Dios te ha llamado a ser una voz que los llama y los conduce a su lado. Podrías pensar: “Pero, ¡no soy Juan el Bautista!” Claro que no lo eres, pero recuerda las palabras de Juan: Yo no soy el Mesías (ver Juan 1, 21).

Juan sabía que él no era tan importante como Jesús, pero tampoco restó importancia al significado de su misión. Lo mismo sucede contigo. No eres Juan el Bautista, pero eres templo del Espíritu Santo. Eso significa que realmente puedes conducir a las personas hacia el camino de la sanación, el perdón y la eternidad.

Cuando surja la oportunidad de compartir el evangelio, recuerda que no se espera que seas la respuesta a los anhelos más profundos y las necesidades de alguien. Todo lo que Dios está pidiendo es que compartas la respuesta con esa persona; y esa respuesta es Jesucristo. El Señor ofrece sanación, alivio de la culpa y esperanza.

Así que no te abrumes con la tarea de solucionar los problemas de los demás. Al igual que Juan, solo muestra el camino hacia aquel que es la solución. Y no te sientas desanimado si te enfrentas a tus propias limitaciones o a tu pecado. Recuerda que las personas imperfectas pueden señalar el camino hacia Dios que es perfecto. Es más, ¡probablemente son los que mejor pueden hacerlo porque están en el mismo camino que todos los demás! Tú puedes ser un faro que ilumina el camino hacia la única y verdadera fuente de alegría, esperanza y salvación

“Señor Jesús, te pido que me concedas la valentía de Juan el Bautista para proclamar tu buena noticia.” Amén (Extracto LPEN)

Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado: a Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.» (Cor 1, 23-24)

 

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad,

 mi memoria, mi entendimiento

 y toda mi voluntad;

 todo mi haber y mi poseer.

Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo retorno.

Todo es Tuyo: dispone de ello según Tu Voluntad.

Dame Tu Amor y Gracia, que éstas me bastan. Amén. 

Amén.

 

Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.

 

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