
Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Carta de San Pablo a los Colosenses 1, 9-14 Hermanos: Desde que recibimos noticias de ustedes, no hemos dejado de pedir incesantemente a Dios que los haga llegar a conocer con plenitud su voluntad, por medio de la perfecta sabiduría y del conocimiento espiritual. Así ustedes vivirán según el Señor se merece, le agradarán en todo, darán fruto con toda clase de buenas obras y crecerán en el conocimiento de Dios. Fortalecidos en todo aspecto por el poder que irradia de él, podrán resistir y perseverar en todo con alegría y constancia, y dar gracias a Dios Padre, el cual nos ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo santo, en el reino de la luz. El nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención, esto es, el perdón de los pecados. Salmo 97, 2-3ab.3cd-4. 5-6 R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel. R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor. R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines, al Señor, nuestro rey. R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Evangelio según San Lucas 5,1-11. En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores
Padre Celestial,
Derrama Tu Espíritu Santo para que me inspiren estas palabras de las Sagradas Escrituras.
Mueve en mi alma el deseo a renovar mi fe y profundizar en mi relación con tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para que pueda verdaderamente creer y vivir la Buena Nueva.
Abre mi corazón para que pueda oír el Evangelio y dame confianza para proclamar la Buena Nueva a los demás.
Derrama Tu Espíritu para que me fortalezca y así pueda ser testigo del Evangelio en mi vida diaria por medio de mis palabras y acciones.
Que en los momentos de dudas recuerde: Si no yo, entonces ¿quién proclamará el Evangelio? Si no es ahora, entonces ¿cuándo se proclamará el Evangelio? Si no proclamo la verdad del Evangelio, entonces, ¿qué proclamaré?
Dios, nuestro Padre, te ruego que por medio del Espíritu Santo, pueda oír el llamado a la Nueva Evangelización para profundizar en mi fe, crecer en la confianza para poder proclamar el Evangelio, y ser testigo valiente de la gracia salvadora de tu Hijo, Jesucristo, quien vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén (USCCB)
Para la Lectura Espiritual
San Josemaría Escrivá de Balaguer Desde ahora pescarás hombres
He aquí que envío a muchos pescadores –oráculo del Señor– y los pescarán. Es así como el Señor nos precisa nuestra gran misión: la pesca. A veces se dice o se escribe que el mundo es como un mar. Es buena esta comparación. En la vida humana, como en el mar, hay períodos de calma y otros de tempestad, de tranquilidad y de vientos violentos. Frecuentemente los hombres se encuentran en amargas aguas, en medio de grandes olas; avanzan entre tormentas, tristes navegantes, aunque aparenten estar gozosos, e incluso exuberantes: sus carcajadas solo buscan disimular su abatimiento, su decepción, su vida sin caridad ni comprensión. Hacen como los peces: se devoran unos a otros. Procurar que todos los hombres entren a gusto en las redes divinas y se amen unos a otros es tarea de los hijos de Dios. Si somos cristianos, debemos transformarnos en estos pescadores que, en forma de metáfora, describe el profeta Jeremías y que más tarde también Jesucristo emplea en diversos momentos: Seguidme y os haré pescadores de hombres, dice a Pedro y a Andrés. Acompañemos a Cristo en esta pesca divina. Jesús se encuentra en la orilla del lago de Genesaret y la gente se amontona a su alrededor deseosa de escuchar la palabra de Dios. ¡Igual que hoy! ¿No lo veis?