September 19, 2019

Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Primera Carta de San Pablo a Timoteo 4,12-16. Querido hermano: Que nadie te desprecie por tu juventud. Procura ser un modelo para los fieles en tu modo de hablar y en tu conducta, en el amor, en la fe y en la castidad. Mientras llego, preocúpate de leer públicamente la palabra de Dios, de exhortar a los hermanos y de enseñarlos. No descuides el don que posees. Recuerda que se te confirió cuando, a instancias del Espíritu, los presbíteros te impusieron las manos. Pon interés en todas estas cosas y dedícate a ellas, de modo que todos vean tu progreso. Cuida de tu conducta y de tu enseñanza y sé perseverante, pues obrando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. Salmo 110, 7-8. 9. 10 R. Los mandamientos del Señor son dignos de confianza. Justas y verdaderas son las obras del Señor; son dignos de confianza sus mandatos, pues nunca pierden su valor y exigen ser fielmente ejecutados. R. Los mandamientos del Señor son dignos de confianza. El redimió a su pueblo y estableció su alianza para siempre. Dios es santo y terrible. R. Los mandamientos del Señor son dignos de confianza. El temor del Señor es el principio de la sabiduría y los que viven de acuerdo con él son sensatos. La gloria del Señor perdura eternamente. R. Los mandamientos del Señor son dignos de confianza. Evangelio según San Lucas 7,36-50. En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies; los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Para la Lectura Espiritual
San Romano el Melódico Y a ti misma, una espada te traspasará el corazón
Oveja contemplando a su cordero que es llevado al matadero, consumida de dolor, María le seguía, con las demás mujeres, clamando así: «¿Adónde vas, hijo mío? ¿Por qué acabas de esta manera tu corta vida? Todavía hay, en Caná, otras bodas, ¿es allí donde vas ahora para hacer, de nuevo, vino del agua? ¿Te puedo acompañar, hijo mío, o es mejor que espere? Dime una palabra, Verbo, no pases delante de mí en silencio, tú, que eres mi hijo y mi Dios. Tú vas hacia una muerte injusta y nadie comparte tu sufrimiento. Tú, completamente solo, hijo mío, mueres por todos. Es tu salario por haber salvado a todos los hombres y haberles servido, hijo mío y Dios mío». Girándose hacia María, aquel que salió de ella exclamó: «¿Por qué lloras, madre? Yo ¿no sufrir?, ¿no morir? ¿Cómo podría salvar a Adán? ¿Cómo devolvería la vida a los que permanecen en el país de los muertos? ¿Por qué lloras? Virgen sensata, no te vuelvas semejante a las insensatas; tú estás dentro del convite de bodas, no reacciones, pues, como si estuvieras fuera. No llores más, pues es mejor que digas: “Ten piedad de Adán, sé misericordioso con Eva, tú, mi hijo y mi Dios”. Ten la seguridad, madre, de que tú serás la primera en verme salir del sepulcro. Vendré a mostrarte de qué males he rescatado a Adán».