El origen de la devoción a la Virgen del Pilar se remonta al siglo I. Desde Jerusalén, donde aún vivía la Virgen María, vino a España para confortar al apóstol Santiago el Mayor en las tareas de evangelización. La tradición afirma que lo visitó milagrosamente a las orillas del río Ebro, donde Santiago estaba reunido con los primeros hispanos convertidos al cristianismo. Como recuerdo de aquel acontecimiento se levantó más tarde en aquel lugar una capillita en honor de Nuestra Señora, venerando su imagen en un pilar. Documentos monacales del siglo IX dan testimonio del templo dedicado en la ciudad de Zaragoza a María siempre Virgen.
La advocación de nuestra Señora del Pilar ha sido objeto de un especial culto por parte de los españoles. En pocos templos de los pueblos de España falta la imagen de la Virgen del Pilar.
Su basílica, a las orillas del Ebro a su paso por Zaragoza, es un lugar privilegiado de oración, donde sopla con fuerza el Espíritu. Esta devoción a la Virgen del Pilar fue llevada también en las carabelas de Colón hasta los pueblos hermanos de América. Desde el año 1908, en el interior de la gran basílica que hoy existe en Zaragoza, junto al altar de la Virgen hacen guardia de honor a nuestra Señora las banderas de los países hispanoamericanos. El papa Inocencio XIII, en 1723, concedió oficio litúrgico propio de la Virgen del Pilar para el día 12 de octubre.
Oración:
Nuestra Señora del Pilar, Madre de bondad, tu eres nuestra mejor mediadora e intercesora. A ti recurrimos confiados en tu gran amor, míranos, y cobíjanos bajo tu manto.
Alcánzanos la gracia de ser portadores de la buena noticia del evangelio, llevándolo a todo el mundo que seamos coherentes en nuestros actos y que con la gracia de Dios, seamos efectivos instrumentos suyos.
Escucha nuestras súplicas, calma nuestros dolores, danos paz y confianza en tu Hijo nuestro Señor Jesucristo, para que hagamos su voluntad como tu lo hiciste siempre.
Haz que seamos admitidos entre los santos del cielo, llevando una vida en santidad en esta vida.
Quédate y socórrenos en la hora de nuestra muerte y no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal.
Amén