
Unos minutos con Dios.
Viernes de la segunda semana del tiempo ordinario
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Evangelio según San Marcos 3,13-19.
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él,
y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
con el poder de expulsar a los demonios.
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro;
Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;
luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo,
y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
Medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, habla con Dios:
Señor, yo soy de los que están contigo desde hace tiempo, pero me doy cuenta de que mi corazón no late aún en sintonía con el tuyo. Tal vez, repito a veces tus palabras, pero con frecuencia no las pongo en práctica.
Hoy quiero reconocer ante ti la lentitud -quizás también la pereza- con la que procedo para vencer al mal con el bien. Los pensamientos y los deseos de venganza me ocupan, tal vez, de una manera sutil y les doy seguimiento «golpeando» con palabras duras y gestos bruscos a aquellos por quienes me siento herido. Si no pongo en marcha la venganza es porque, a veces, no se me presenta la ocasión propicia...
Quiero tomar conciencia, Señor, de los proyectos de revancha que formulo de manera silenciosa y convertirlos en magnanimidad. Sé muy bien, Señor, que no los llevaré a buen puerto gracias a mi destreza, sino a tu fuerza, al poder del amor que tú me comunicas y que vence al mal de cualquier modo que se manifieste. Amén
Dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Señor, haz que seamos capaces de hacer el bien a quien nos hace el mal» (cf. 1 Sm 24,18). Amén
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén