San Charbel Makhluf

July 24, 2020
Nombre libanés de etimología desconocida (1820-1898) Presbítero. Nació en Biqa Kafra, población cercana a Beirut, Líbano; fue bautizado con el nombre árabe de Youssef, en español, José (del hebreo, "Dios acrecentará"). Su padre murió en 1831 y su madre, Brígida, contrajo nuevas nupcias en 1833 con Lahhoud Ibraim, quien trató a los hijos de Brígida con amor excepcional. Lahhoud cursó estudios teológicos y recibió el diaconado. Youssef cursó sus estudios en la escuela parroquial de. Biqa Kafra. Desde pequeño mostró su preferencia por acercarse a Dios en la soledad y el silencio del campo, cuando cuidaba del rebaño familiar. A menudo se retiraba a una gruta para rezar. Su devoción a María Santísima fue célebre. Pese a la insistencia de sus familiares, el joven Youssef ya definía su vocación sacerdotal y la castidad como ofrenda de pureza al Señor. En 1851, sin avisar a sus familiares, se encamina al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouq, donde profesa en la vida monástica adoptando el nombre de Charbel, en honor a un santo monje maronita del siglo IV. Continúa sus estudios sacerdotales en el monasterio de San Marón, en Annaya. Cursa estudios de filosofía y teología en el convento de San Cipriano en Kfifan, al norte de Líbano (1853-1859); siempre destaca por su recogimiento y humildad. Tuvo como maestro al sacerdote maronita san Nematallah Al Hardini (14 de diciembre), conocido como el Santo de Kfifan. Recibe la ordenación sacerdotal en 1859, en la residencia de la sede patriarcal de Bkerke, Monte Líbano. Ejerce su ministerio en el monasterio de Annaya, donde sólo vive dieciséis años, ya que solicita a sus superiores permiso para retirarse a la vida eremítica; al aceptar su propuesta, ingresa en la ermita de San Pedro y San Pablo, cercana al monasterio. Se distingue por su proverbial silencio, su dedicación al estudio de las Sagradas Escrituras, su fervor al rezar y su amor al Santísimo Sacramento y a María. En su celda reinaba el espíritu de pobreza: un cántaro con agua, una piedra como silla, por cama el suelo sobre una piel de cabra y una tabla por almohada en donde dormía a lo sumo tres horas. Vestía gastado hábito, aun en invierno. En el convento trabajaba en los viñedos y en las más humildes tareas. Manifestó el don de conocer conciencias, recordando a los fieles sus pecados. Entregó su alma al Creador en el citado monasterio. En su sepulcro, su cuerpo permanece incorrupto, sin la rigidez habitual, y ocurren prodigios de luz. Canonizado en 1977 por Pablo VI (1963-1978). Primer santo oriental desde el siglo XIII. Llamado "el último de los grandes ermitaños". Iconografía: con el hábito de los sacerdotes maronitas y la cabeza baja, símbolo de humildad. Oración:

Bendito san Chárbel, santo de todos y para todos; mártir de la vida religiosa que colmas a los hombres con tus bendiciones, alma elegida que sentiste la llamada del Señor y llevaste una vida ejemplar de monje y ermitaño, entregado a la oración, al ayuno y a la penitencia.

Adorador de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía y por siempre devoto de María Santísima, tú que alimentaste tu corazón y el de los demás con las santas Palabras y fuiste ejemplo de humildad, fe y paciencia, de piedad y sacrificio, tanto para tus compañeros como para los hombres, ayúdame a ser digno de las gracias de Dios, y merecer, así, tu asistencia y protección.

Glorioso san Chárbel, dador generoso, siempre deseando servir al Señor y al prójimo que nunca dejaste de asistir a los pobres y enfermos, a los necesitados que sabiendo de tus milagros acudían a ti en busca de consejo, consuelo, alivio y auxilio.

Hoy acudo a ti en mi desesperación y angustia a pedirte, con el corazón en la mano, que me prestes tu ayuda, tú que eres el patrón de los que sufren en alma y cuerpo y das rápida solución por imposible que sea el problema, intercede por mi y presenta mis peticiones ante el Señor, consigue que se obre un milagro en mi vida para remediar esta difícil y urgente situacíon:

(decir con mucha fe lo que se necesita conseguir).

San Chárbel humilde anacoreta amigo de todos, hombre justo, bueno y caritativo que abogas por nosotros, no dejes de rogar por los que llegamos hasta ti esperanzados; tú que eres milagroso y no decepcionas a nadie, tú que eres amigo fiel del Señor, alcánzanos de su infinita misericordia lo que con sencillez y humildad hemos solicitado, y haz que siguiendo tu ejemplo nos unamos cada vez más a Jesucristo, al que tu tanto amaste y adoraste, para que viviendo en el cumplimiento de sus mandamientos y de su Evangelio, consigamos la sanidad de cuerpo y alma y junto a ti proclamemos sus maravillas y le alabemos y glorifiquemos por siempre. Amen. 

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