Sábado del XX semana del Tiempo ordinario

“Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
August 26, 2023
San Mateo 23 1 12

Unos minutos con Dios.

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:

Evangelio según San Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es solo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia ……

No imiten sus obras. (Mateo 23, 3)

Ya fuera que Jesús estuviera predicando a una muchedumbre, sanando a un enfermo en el día de reposo o comiendo con sus discípulos, siempre había fariseos tratando de atraparlo y desacreditarlo. ¿Por qué eran tan severos? Y, ¿por qué Jesús los criticaba con tanta severidad?

La respuesta se puede encontrar en el título “fariseo”, que en hebreo significa “separado de los demás”. Para mantener su pureza, los fariseos se mantenían aparte de las personas que consideraban que eran pecadoras. De manera que cuando Jesús recibió a los recaudadores de impuestos y a las prostitutas, algunos de estos “separados” estaban impresionados y escandalizados. Como respuesta, Jesús llamó a estos hombres “hipócritas” porque no reconocían que ellos también eran pecadores que necesitaban de la misericordia de Dios (Mateo 23, 13).

Sin embargo, no todos los fariseos rechazaron a Jesús. Algunos, como Nicodemo y José de Arimatea, lo respetaban y aceptaron la invitación que él les hizo al arrepentimiento (Juan 7, 50; 19, 38). La apertura de su corazón a las enseñanzas de Jesús les permitió aceptar a estas personas, a quienes una vez habían evitado, como sus hermanos y hermanas.

Como seguidores de Jesús, pertenecemos a la Iglesia que está compuesta no de élites orgullosas sino de hijos perdonados y humildes. Sin embargo, si no estamos vigilantes, podemos adoptar algunas de estas formas de pensar separatistas que tenían los fariseos a los que Jesús criticó.

Por ejemplo, podríamos pensar que no somos tan pecadores como alguna otra persona cuyos pecados son más públicos o “escandalosos”. Eso puede provocar que nos distanciemos de esa persona y que pensemos que somos más santos. Por otro lado, si nuestros pecados son más obvios, podríamos pensar que no somos dignos de ser parte del cuerpo de Cristo. Ambas actitudes son dañinas debido a que las dos pueden conducirnos a apartarnos de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

La verdad es que todos hemos pecado y nos hemos alejado de la gloria de Dios (Romanos 2, 23). Pero Jesús continúa perdonándonos y uniéndonos como un solo cuerpo en él. ¡Qué siempre podamos maravillarnos de lo que él ha hecho para salvarnos!

“Señor, te pido que me des la gracia para servir a mis hermanos con humildad.”

Amén (Extracto de TWAU)

Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Dichoso el vientre de la Virgen María, que llevó al Hijo del eterno Padre. » Cfr. Lc 11, 27

Acordaos, 
oh piadosísima Virgen María, 
que jamás se ha oído decir 
que ninguno de los que han acudido 
a tu protección, 
implorando tu asistencia 
y reclamando tu socorro, 
haya sido abandonado de ti. 
Animado con esta confianza, 
a ti también acudo, oh Madre, 
Virgen de las vírgenes, 
y aunque gimiendo 
bajo el peso de mis pecados, 
me atrevo a comparecer 
ante tu presencia soberana. 
No deseches mis humildes súplicas, 
oh Madre del Verbo divino, 
antes bien, escúchalas 
y acógelas benignamente. Amén

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