October 27, 2021

Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Carta de San Pablo a los Romanos 8, 26-30 Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen. Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por él según su designio salvador. En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica. Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia…….. Ven Espíritu Santo a nuestras vidas, tu conoces nuestras debilidades y necesidades te suplicamos que ores por nosotros porque tú sabes lo que es mejor para nosotros. Amen. Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy. Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Asimismo, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.» (Rom 8,26).Padre Nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo.
Dános hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, 00así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén
Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.Lectura Espiritual
Sin oración, la vida cristiana no es digna de este nombre, sino que se disuelve en una serie de experiencias que desgarran el corazón y crean confusión en la mente. San Pablo se encarga en esta página no sólo de recomendarnos el compromiso de la oración, que sigue al don que hemos recibido, sino de consolidar antes aún en nosotros la convicción de que la oración no es cualquier cosa para un cristiano, y mucho menos un compromiso que debamos atender, sino que es, sobre todo, la respiración de la vida nueva, la manifestación de una espiritualidad que invade toda la vida; es el acto de sumo abandono y de suma confianza en aquel que es nuestro Padre. Todo esto lo expresa san Pablo de diferentes maneras: en primer lugar, diciendo que “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (v. 26). Es como decir que, por nosotros mismos, no podemos ni tomar la iniciativa de la oración ni llenarla de peticiones dignas de Dios. Frente a esta incapacidad nuestra, he aquí que interviene el mismo Espíritu de Dios, que “intercede” por nosotros y gime con nosotros. Por eso, la oración del cristiano es una acción exquisitamente espiritual: porque nace del Espíritu, está sostenida por el Espíritu y animada por el Espíritu. El apóstol Pablo afirma aún que Dios, que examina los corazones, conoce el sentir de ese Espíritu que intercede por los creyentes según su voluntad (v. 27). Por consiguiente, tenemos dos intercesores ante Dios: Jesús, el único mediador, y el Espíritu, el otro consolador. En consecuencia, el que ora no lo hace nunca solo, aunque se encuentre en la más absoluta soledad. La compañía que nos procuran Jesús y el Espíritu Santo otorga a nuestra oración una eficacia absolutamente especial, una orientación segura y una intensidad maravillosa. Al orar, el cristiano se hace consciente no sólo de los dones que ha recibido, sino también de los que recibirá. De ahí que san Pablo concluya esta página de su Carta a los Romanos trazando el camino de toda vida cristiana: desde la predestinación a la llamada, desde la llamada a la justificación, desde la justificación a la glorificación.