May 19, 2021
Unos minutos con Dios
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Evangelio de San Juan 17, 11-19 En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad’’. Oración, dedica unos minutos a tener un dialogo espontaneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia… Padre Amado, danos la gracia de conocer a plenitud tu Palabra y protégenos de todo mal. Permite que, unidos a ti por el sacramento de la Eucaristía, podamos glorificarte siempre; siendo luz de tu verdad en este mundo lleno de tinieblas. Amén Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy. Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos en la verdad.» Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.Para Lectura Espiritual
Cuando Cristo se hizo semejante a nosotros, es decir, se hizo hombre, el Espíritu lo ungió y consagró, aun siendo Dios por naturaleza. Él mismo santifica su propio cuerpo y todo lo que en la creación es digno de ser santificado. El misterio ocurrido en Cristo es el principio y el itinerario de nuestra participación por el Espíritu. Para fundirnos en una unidad con Dios y entre nosotros, aunque separados por la diferencia de nuestras individualidades, de nuestras almas y de nuestros cuerpos, el Hijo único inventó y preparó un medio para estar unidos, gracias a su sabiduría y según el consejo de su Padre. A través de un solo cuerpo, su propio cuerpo, bendice a los que creen en él en una comunión mística y hace de todos nosotros un solo cuerpo con él y entre nosotros. ¿Quién podrá privar de su unión a los que, a través de este cuerpo sagrado y solo a través de él, están unidos en la unidad de Cristo? Si compartimos un mismo pan, formamos todos un solo cuerpo. Porque Cristo no puede ser partido. Por eso también a la Iglesia se le llama cuerpo de Cristo y a nosotros sus miembros, según la doctrina de San Pablo. Todos unidos a un solo Cristo a través de su santo cuerpo, lo recibimos, único e indivisible, en nuestros propios cuerpos. Debemos considerar nuestros propios cuerpos como si ya no nos pertenecieran. (San Cirilo de Alejandría)