
Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:
Evangelio según San Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.
Meditación
El hombre se caracteriza por el deseo infinito de vida y felicidad, sed nunca plenamente apagada y que lo convierte en un incansable buscador de Dios. Y, sin embargo, hoy quizás más que nunca, nos enfrentamos a un nuevo fenómeno, el de una humanidad cansada e intolerante: ¿los caminos antiguos -o viejos?- no satisfacen; los nuevos aparecen con mucha frecuencia como auténticos callejones sin salida y suscitan escepticismo o desesperación.
Las lecturas de la presente liturgia nos vuelven a llevar a un camino concreto, "recto"; es decir, que lleva directamente a su fin. Su punto de partida es la escucha de la Palabra y exige humildad y obediencia. El paso a seguir consiste en llevar a la práctica la Palabra cada día.
La meta es el encuentro con la Palabra, Jesús y, por consiguiente, la felicidad, la bienaventuranza. El camino puede parecer exigente, pero para quien camina se convierte en estímulo para ensanchar el corazón. No se trata tanto de practicar con rigor los preceptos, sino de seguir a una persona paso a paso, a Jesús. La palabra ley puede parecer hoy sinónimo de esclavitud, legalismo, algo frío o a hipocresía. ¿Por el contrario, hay algo más estupendo que el verdadero amor, que siempre busca y encuentra nuevos modos de darse?
Precisamente, esta fidelidad absoluta a la enseñanza del Señor puede hacer radicalmente nueva nuestra vida incluso a los ojos de los demás. La fidelidad a mandatos antiguos nos hará testigos de la perenne novedad:
Jesús, el Señor, está con nosotros, y en él encontramos plenitud de gozo hasta en el cotidiano trabajo de la existencia.
Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia…
Señor Jesús, estas con nosotros, y en ti encontramos plenitud de gozo hasta en el cotidiano trabajo de la existencia.
Te piedad, Señor, ayúdanos a volver a empezar, a comenzar partiendo de la escucha humilde y fiel de tu Palabra, de caminar dócil y generosamente por tus mandamientos.
Enséñanos a ir por el camino que nos lleva a ti cada día de nuestro diario vivir. Amén
Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: ‹‹“Inclino mi corazón a cumplir tus leyes, mi recompensa será eterna”›› Amén (Sal 118,112).
Toma, Señor,
y recibe mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste,
a Ti, Señor, lo torno;
todo es tuyo;
dispón de ello
conforme a tu voluntad.
Dame tu amor y gracia,
que esto me basta. Amén.
Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.