Memoria de Santa Ines, virgen y mártir

January 21, 2019

Unos minutos con Dios.

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Carta a los Hebreos 5,1-10. Hermanos: Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres y está constituido para intervenir en favor de ellos ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. Por eso, así como debe ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo, debe ofrecerlos también por los suyos propios. Nadie puede apropiarse ese honor, sino sólo aquel que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. De igual manera, Cristo no se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote; se la otorgó quien le había dicho: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice otro pasaje de la Escritura: Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec. Precisamente por eso, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen y fue proclamado por Dios sumo sacerdote, como Melquisedec. Salmo 109, 1.2. 3. 4 R. Tú eres sacerdote para siempre. Esta ha dicho el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha; yo haré de tus contrarios el estrado donde pongas los pies”. R. Tú eres sacerdote para siempre. Extenderá el Señor desde Sión tu cetro poderoso y tú dominarás al enemigo. R. Tú eres sacerdote para siempre. Es tuyo el señorio; el día en que naciste, en los montes sagrados, te consagró el Señor antes del alba. R. Tú eres sacerdote para siempre. Juró el Señor y no ha de retractarse: “Tú eres sacerdote para siempre, como Melquisedec”. R. Tú eres sacerdote para siempre. Evangelio según San Marcos 2,18-22. En una ocasión en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, y los tuyos no?” Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? Mientras está con ellos el esposo, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el esposo les será quitado y entonces sí ayunarán. Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge y rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino rompe los odres, se perdería el vino y se echarían a perder los odres. A vino nuevo, odres nuevos”. Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia…….. Buenos días Señor, otra vez aquí en dialogo contigo, lo que para muchos puede parecer ordinario, al oír tu voz, para nosotros se convierte en extraordinario. Eres nuestro sumo sacerdote, escucha nuestras suplicas por nuestras familias y amistades, no permitas que se vayan por el camino fácil y equivocado, atráelos asía ti con tu amor y misericordia. Jesús, continúa dándonos el vino nuevo del Espíritu, que rompe los odres viejos de los corazones endurecidos. Amén Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy. Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón.» (Heb 4, 12). Amén Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén

Santa Inés Corderita

Santa Inés es una de las santas más populares del calendario. Una de las figuras más graciosas, una de las heroínas más cantadas por los poetas y los Santos Padres. Luego, de la poesía y la leyenda pasó al arte, desde Bernini hasta Alonso Cano. Cada época la reproduce a su estilo, pero todos compitiendo en ensalzarla. Como la Inés de Carlos Dolci, cuya dulce hermosura y blancura de lirio nos atrae con su encanto inefable.

La devoción a Santa Inés se ha mantenido viva a través de los tiempos. La Iglesia introdujo su nombre en el canon de la Misa. Es el prototipo de la virgen fiel consagrada a Cristo, desde su más tierna edad. Su mismo nombre, pura en griego y cordera en latín, es ya un presagio. La tierna corderita tiñó su candor virginal con la sangre del martirio a principios del siglo IV, en la persecución de Diocleciano. Inés, patricia romana, niña tan pura como su nombre, frisaba en los trece años. Su devoción, dice San Ambrosio, era superior a su edad. Su energía superaba a su naturaleza. No había en aquel cuerpecito lugar para el golpe de la espada. Pero quien no tenía dónde recibir la herida del hierro, tuvo fortaleza para vencer al mismo hierro y a los que querían dominarla. Rehusó la mano del hijo del Prefecto de Roma, por lo que fue acusada de cristiana y juzgada. La doncellita, canta Prudencio en sus versos, caldeada ya en el amor a Cristo, resistía firmemente las seducciones de los impíos para que abandonase la fe, y ofrecía de grado su cuerpo a la tortura. San Dámaso cantó también la fidelidad de la virgen. Holló bajo sus pies las amenazas del tirano y superó, siendo niña, un inmenso terror. ¡Cuántos terrores, insiste San Ambrosio, ensayó el verdugo para asustarla! ¡Cuántos halagos y promesas para rendirla! Pero ella respondía con firmeza superior a su edad: "Injuria sería para mi Esposo el pretender agradar a otro. Me entregaré sólo a aquél que primero me eligió. ¿Qué esperas, verdugo? Perezca un cuerpo que puede ser amado por ojos que detesto". Anuncia luego el juez un lugar más terrible para una virgen. "Haz lo que quieras, responde Inés, impávida y confiada. Cristo no olvida a los suyos. Teñirás, si quieres, la espada con mi sangre. Pero no mancillarás mis miembros con la lujuria". Despechados sus jueces, fue conducida a un lupanar público, expuesta al fuego criminal de la lujuria. Pero le crece milagrosamente la cabellera, que se derrama sobre el lirio desnudo de su cuerpo, para que ningún rostro humano profanara el templo del Señor. Para recordar este hecho, en aquel mismo lugar, en la actual plaza Navona, se alza hasta nuestros días la iglesia de Santa Inés. Se venera aún allí una reliquia insigne de la virgen de Cristo. Aún pasó Inés el tormento del fuego. Pero el fuego respetó el cuerpo virginal. Llegó entonces el verdugo armado con la espada. Tiembla el brazo del verdugo, recuerda San Ambrosio, su rostro palidece. Inés, entretanto, aguarda valerosa. La Corderita lo recibió gozosa, oró brevemente, inclinó la cabeza y quedó consumado el martirio. La descripción de esta última escena es una de las más bellas páginas de Fabiola, la ejemplar novela del cardenal Wiseman. Los restos virginales fueron enterrados en la Vía Nomentana, en las llamadas catacumbas de Santa Inés. Todavía hoy, el 21 de enero de cada año, se bendicen en este lugar dos corderillos con cuya lana se teje al pallium del papa y de los arzobispos. Santa Inés sigue siendo hoy ejemplo de las jóvenes cristianas.

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