Memoria de San Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir

¿cuántas veces tengo que perdonarlo?
August 14, 2025
San Mateo 18 21 19 1

Unos minutos con Dios.

San Maximiliano María Kolbe (1894-1941)

Nació en el año 1894 en Zdunska-Wola, en la Polonia central. Desde pequeño sintió una gran devoción por la Virgen. Vistió el hábito franciscano en Leópolis (polaca hasta 1939, actualmente forma parte de Ucrania). Estudió en Cracovia (Polonia) y en Roma (Italia), donde fue ordenado sacerdote. Encen­dido en el amor a la Madre de Dios, fundó la asociación piadosa de la «Milicia de María Inmaculada». Fue misionero en el Japón. De vuelta a Polonia, ocupada por los nazis, es detenido y recorre los campos de concentración: Mauthausen y Auschwitz. Allí ofrece su vida en holocausto de caridad por la libertad de Francisco Gajow­niczek, padre de familia. Muere el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por el papa san Pablo VI en 1971. Hubo en la beatificación un testigo de excepción: el ex-sargento Francisco Gajownizek, por quien el nuevo beato había realizado el acto supremo de ofrecer su vida. San Juan Pablo II lo canonizó el 10 de octubre de 1982. 

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:

Evangelio según San  Mateo 18, 21–19, 1

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron, le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?' Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano''.
Cuando Jesús terminó de hablar, salió de Galilea y fue a la región de Judea que queda al otro lado del Jordán.
Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia…

Señor, cada día te pedimos, con las palabras que tu Hijo nos enseñó, que nos perdones nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

 Esta petición, a la que san Agustín llamaba "nuestra medicina cotidiana" -porque necesitamos ser perdonados y abrir el corazón al perdón-, es como un bálsamo para nuestras heridas.

Estamos heridos cuando pecamos y sentimos la necesidad de una efusión de caridad, del Espíritu Santo que nos vuelve a sanar, porque él es la remisión de nuestros pecados.

Pero tenemos endurecido el corazón y, por consiguiente, una herida escondida, una esclerosis oculta, cuando nos negamos a perdonar a alguien, a acogerle en nuestro amor.

Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mt 6,12).

Padre Nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu Voluntad,
así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
así como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.

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