Unos minutos con Dios.
San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María
El evangelio apócrifo de Santiago (siglo II) reconstruye, siguiendo la filigrana bíblica de la historia de Ana, madre de Samuel (cf. 1 Sm 1,1 -28), el acontecer de los padres de la Virgen María: Joaquín, anciano sacerdote del Templo de Jerusalén, y su mujer, Ana. Estos, después de una aparición angélica, concibieron a la futura Madre del Redentor, a la que ofrecerán más tarde en el Templo (cf. 21 de noviembre). De ninguno de ellos se dice nada en los evangelios canónicos.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:
Evangelio según San Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta’’.
Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia…….
Gloriosísimos padres de María Santísima, amados abogados míos: me alegro con vosotros de aquel consuelo que tuvisteis cuando, después de muchos ruegos y oraciones, os avisó el Ángel que habíais de tener una hija tan santa. Miradme aquí postrado a vuestros pies, os suplico me recibáis por vuestro humildísimo siervo para que como tal os reverencie y ame. Es verdad que no merezco esta gracia, pero confío lo haréis por el amor de María Santísima, vuestra benditísima hija, y por los méritos de Jesús. Acordaos de mi ahora, y sobre todo en la hora de mi agonía; asistidme entonces, junto con Jesús, María y José. Amén.
Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: ‹‹Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto.›› Amén
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén