
Unos minutos con Dios
San Ignacio de Antioquía (siglos I-II)
Ignacio fue el segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía. Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso martirio en el año 107, en tiempos del emperador Trajano. En su viaje a Roma, escribió siete cartas dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el siglo IV, se celebraba en Antioquía su memoria el mismo día de hoy.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:
Primera lectura Romanos 4, 1-8
Hermanos: ¿Qué diremos de Abraham, padre de nuestra raza? Si Abraham hubiera obtenido la justificación por sus obras, tendría de qué estar orgulloso, pero no delante de Dios. En efecto, ¿qué dice la Escritura? Abraham le creyó a Dios y eso le valió la justificación.
Al que, gracias a su trabajo, tiene obras, no se le da su paga como un regalo, sino como algo que se le debe. En cambio al que no tiene obras, pero cree en aquel que justifica al pecador, su fe le vale la justificación.
En este sentido, también David proclama dichoso al hombre a quien Dios tiene por justo, independientemente de las obras: Dichosos aquellos cuyas maldades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido sepultados. Dichoso el hombre a quien el Señor no le toma en cuenta su pecado.
Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia ……
Oh Dios misericordioso, reconozco que no hay mérito en mis acciones que pueda comprar la salvación o merecer tu gracia. Al igual que nuestro padre Abraham, comprendo que mi fe es lo único que me hace justo ante tus ojos. Mi justificación no es un salario ganado por mi trabajo, sino un don inmerecido de tu amor infinito. Me maravillo de esta verdad, sabiendo que tu misericordia es tan profunda que cubres y perdonas mis pecados, no por lo que yo haya hecho, sino porque tú, en tu bondad, no me los tomas en cuenta.
Señor Jesús, me aferro a esta fe que es un regalo tuyo y te entrego mi vida como mi Salvador y mi Señor. Aumenta mi fe, ayúdame a confiar plenamente en ti, sabiendo que tu victoria en la cruz es suficiente para mi salvación. Ayúdame a vivir con la alegría de saber que soy perdonado y amado por ti, sin importar mis faltas pasadas. Fortaléceme para que mi vida refleje este gozo, no como una carga de obras a realizar, sino como un testimonio de tu increíble gracia. Amén.
Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «"Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado."» Amén
Padre nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén