Martes de la II semana del Tiempo Ordinario

January 18, 2022

Unos minutos con Dios

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Evangelio según San Marcos 2, 23-28 Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?” Él les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros”. Luego añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”. Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia……. Señor Jesús, en este día te suplico me hagas un hombre comprensivo con los demás. Tu bendita gracia me ayude a mirarme a mí mismo. No es necesario ver el escándalo fuera, el escándalo lo llevo en mi propio corazón: no soy coherente, soy duro con los demás, soy demasiado condescendiente conmigo mismo. Señor transforma mi corazón, llénalo de caridad para ayudar a mi hermano. Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy. Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: <<El hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón>> (1 Sm 16,7). Toma, Señor, y recibe toda mi libertad; Mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; Todo mi haber   y mi poseer. Tú me lo diste y a ti lo regreso; Todo es tuyo; Todo es tuyo dispón tú de ello Según Tu voluntad. Dame Tu amor y Gracia Que éstas me bastan.

Lectura Espiritual

Y la Iglesia está llamada a vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que –fiel a su naturaleza como madre – se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser «hospital de campo”, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; aún más, de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de salvación. Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: «El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado […] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo». Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: «El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos»  (Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).

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