Lunes de la XXXIII semana del Tiempo ordinario

"¡Hijo de David, ten compasión de mí!”
November 14, 2022
Ciego

Unos minutos con Dios.

Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:

Evangelio según San Lucas 18, 35-43

En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte:  “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”

Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él le contestó: “Señor, que vea”. Jesús le dijo: “Recobra la vista; tu fe te ha curado”.

Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia …….

Jesús, desde esa parte ciega de mi corazón clamo “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” abre mis ojos para que pueda ver la verdad y no cegarme con las alusiones del pecado.

Jesús, “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” aumenta mi fe, para poder gritar con más fuerzas ¡Señor, que vea!

Jesús, “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” quiero seguirte ¡Tú eres la Verdad y la Vida! Amén

Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «“¡Hijo de David, ten compasión de mí!”» Amén

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén

Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.

Lectura Espiritual

Jesús, hijo de David, ten compasión de mí

Fijémonos en que el ciego recobra la vista cuando Jesús está ya próximo a Jericó. Jericó significa «luna», y en la Sagrada Escritura, la luna es el símbolo de la carne destinada a desaparecer; en este momento del mes, la luna decrece, simbolizando con ello el declive de nuestra condición humana condenada a la muerte. Al acercarse a Jericó, nuestro Creador devuelve la vista al ciego. Al hacerse nuestro prójimo a través de la carne que asume y de la que se reviste con su mortalidad, devuelve al género humano la luz que habíamos perdido. Precisamente porque Dios asume nuestra naturaleza el hombre accede a la condición divina.

Y es precisamente la humanidad la representada por este ciego que mendiga sentado al borde del camino porque la Verdad dice de sí misma: Yo soy el camino. El que no conoce el resplandor de la luz eterna es ciertamente ciego, pero si comienza a creer en el Redentor, entonces está sentado al borde del camino. Que todo el que reconoce que las tinieblas le convierten en ciego, que todo el que comprende que le falta la luz eterna, clame del fondo de su corazón, con todo su espíritu: «Jesús, hijo de David, ten compasión de mí».

San Gregorio Magno

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