
Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia:
Evangelio según San Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.
Oración, dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo, de corazón a Corazón, intercede por tu familia…
Señor Jesús, aquí estoy, en este tiempo en este espacio a solas contigo.
Te suplico el don de un corazón sencillo capaz de contemplar -maravillado- la grandeza de tu amor, te suplico aumentes mi fe, una fe sin reservas que acepte sobre todo en el momento de las dudas, y los tiempos difíciles de cada día de mi vida. Amén
Contempla la Palabra de Dios (en silencio deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: ‹‹"Envíanos, Señor, tu luz y tu verdad"›› Amén (Sal 42,3).
Señor y Dueño de mi vida,
no me abandones al espíritu
de pereza, de desaliento,
de dominación y de inútil palabrería.
Hazme más bien la gracia,
a mí tu servidor,
del espíritu de castidad, de humildad,
de paciencia y de caridad.
¡Sí, mi Señor y mi Rey!
Concédeme ver mis pecados
y no condenar a mi hermano.
Oh Tú que eres bendito
por los siglos de los siglos. Amén.
Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.
Lectura Espiritual
Existe una obediencia a Dios, con frecuencia muy exigente, que consiste sencillamente en obedecer a las situaciones. Cuando se ha visto que, a pesar de todo el esfuerzo y las oraciones, se dan, en nuestra vida, situaciones difíciles, incluso a veces absurdas y, a nuestro parecer, espiritualmente contraproducentes, que no cambian, hay que dejar de dar coces contra el aguijón" y empezar a ver en tales situaciones la silenciosa pero no menos cierta voluntad de Dios con nosotros. Es preciso, además, dejar todo, para hacer la voluntad de Dios: trabajo, proyectos, relaciones [...].
La conclusión más hermosa de vida de obediencia sería “morir por obediencia”, es decir, ¡morir porque Dios dice a su siervo “!Ven!", y él viene. La obediencia a Dios en su forma concreta no es exclusiva de los religiosos en la Iglesia, sino que está abierta a todos los bautizados. Los laicos no tienen, en la Iglesia, un superior al que obedecer -por lo menos no en el sentido en que lo tienen los religiosos y clérigos-, pero, en compensación, tienen un "Señor" al que obedecer. Tienen su Palabra. Desde sus más remotas raíces hebreas, la palabra "obedecer" indica la escucha y se refiere a la Palabra de Dios. El camino de la obediencia se abre al que ha decidido vivir "para el Señor"; es una exigencia que se desprende la verdadera conversión
R. Cantalamessa