March 1, 2021

Unos minutos con Dios
Empezamos la oración de la mañana: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios. Si es necesario, léala de nuevo usando tu propia Biblia: Daniel 9, 4b-10 En aquellos días, imploré al Señor, mi Dios, y le hice esta confesión: “Señor Dios, grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos. Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidades, hemos sido malos, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas. No hemos hecho caso a los profetas, tus siervos, que hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la vergüenza en el rostro, que ahora soportan los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén y de todo Israel, próximos y lejanos, en todos los países donde tú los dispersaste, a causa de las infidelidades que cometieron contra ti. Señor, la vergüenza es nuestra, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. De nuestro Dios, en cambio, es el tener misericordia y perdonar, aunque nos hemos rebelado contra él, y al no seguir las leyes que él nos había dado por medio de sus siervos, los profetas, no hemos obedecido su voz”. Oración: dedica unos minutos a tener un diálogo espontáneo con Cristo de corazón a Corazón; intercede por tu familia… Señor, mi Dios, hoy vengo a implorar tu misericordia, por piedad Dios mío bendito compadécete de mí. Señor dame un espíritu valiente y un corazón dispuesto a venir al Sacramento de la Reconciliación y confesarte mi pecado cometido contra ti y contra mi hermano. Señor, mi vergüenza solamente tu la quitas de mi corazón por tu bendita misericodia y lo llenas de alegría y esperanza, en ti mi Dios esperaré. Contempla la Palabra de Dios (en silencio, deja actuar en ti al Espíritu de Dios). Actúa y conserva la Palabra en tu vida hoy. Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Atiende, respóndeme, Señor Dios mío" (Salmo 12,4). Señor y Soberano de mi vida. Líbrame del espíritu de indolencia, desaliento, vanagloria y palabra inútil. Y concédeme a mí, tu siervo pecador el espíritu de castidad, humildad, paciencia y amor. Si, Rey mío y Dios mío, concédeme de conocer mis faltas y no juzgar a mis hermanos porque eres bendito por siempre. Amén. Para las lecturas del día, por favor vaya aquí.Para Lectura Espiritual
Cuando gustamos desde dentro la misericordia de Dios, cuando experimentamos interiormente la suavidad del amor de Dios, algo pasa dentro de nosotros. Se disuelven hasta las peñas. Nos convertimos en criaturas que penetran de tal modo los misterios del Señor y de una comunión fraterna tal que se puede comprobar cuán verdadera es la bienaventuranza del Señor, que nos dice: "Dichosos los misericordiosos". Y ésta es la razón por la que Dios es dichoso en su misericordia: no cansa ser misericordioso, depende de la perfección de su amor, de la plenitud de su amor. Estoy llamado a configurarme con mi Señor de tal modo que mi vida sea un testimonio de la misericordia divina en la vida de los hermanos. Quizás hemos encontrado en nuestra vida personas que son de verdad signo de la misericordia de Dios. Hay personas que defienden siempre a todos, a todos juzgan buenos. He conocido varias en mi vida, y las recuerdo con gran gozo. Por ejemplo, un hermano. Aunque le pincharas para hacerle decir algo carente de misericordia, perderías el tiempo. Cuando una persona se identifica con la misericordia del Señor, todo es posible, y se es capaz de verdadera comunión con los otros. A primera vista parece que tiene que ser uno al que todo le resbala: no acusa a nadie, ni agravia a nadie, se deja coger todas las cosas por cualquiera.