Kerygma en Misión Boletín de Febrero 2018

October 25, 2019
Miami, octubre de 2019 Familia. El mes pasado tuve la imborrable experiencia de visitar Lourdes, Francia, en una producción de EWTN. Pudimos, como peregrinos, realizar una serie de programas que se presentarán a principio del próximo año. Mas Dios hizo algo espiritualmente en mí, al vivir la experiencia del dolor que de muchas maneras portan los miles y miles de almas que cada día llegan a este santuario en busca de alivio. Esto me hizo volver a meditar más profundamente la realidad de la Voluntad y las acciones de Dios que muchas veces sobrepasan nuestro limitado entendimiento, razón por la cual les comparto estas breves líneas con mis personales reflexiones. En muchas ocasiones he escuchado a cristianos que quieren vivir una vida cristiana auténtica, sin embargo, me hacen esta pregunta en forma de lamento: Pepe, ¿Por qué a mí esto? ¿Por qué este sufrimiento? ¿Por qué esta cruz? Y es que le tenemos tanto miedo a lo que va contra nuestra voluntad, contra nuestros planes y expectativas de la vida. ¡Qué difícil es soportarlo! y se hace más difícil aún, cuando queremos encontrar la respuesta ante este interrogante ¿Por qué a mí? Esta pregunta se transforma en obsesión, y muchas veces nos quita la paz y, si no nos sobreponemos a tiempo, nos amargará para siempre. Sin embargo, en lugar de luchar por salir adelante nos resentimos y llegamos a convencernos que todo es una gran injusticia y lo único en nuestro cerebro es ¿Por qué a mí?, ¿Por qué si no he hecho nada malo?, ¿Por qué, si siempre voy a Misa?, ¿Por qué si soy tan bueno? Si cada vez que rezo el Padrenuestro digo...” hágase Tu voluntad”. Existió un Ser, un maravilloso Ser, que nunca hizo nada malo. Que toda su vida la dedicó a hacer la voluntad de su Padre y amó tanto al mundo entero. ¿Por qué a Él?; ¿Por qué le ocurría eso a Él? Si nunca había hecho nada malo. Y, cuando su piel se habría en heridas que sangraban, por los latigazos recibidos, cuando de su frente caían gotas de sangre, por las espinas que le pusimos, cuando Él caía una y otra vez por el peso de esa gran Cruz que le hicimos cargar, cuando sus ojos buscaban amor y sólo encontraba desprecio, maldad. Y como recompensa recibía insultos, y golpes, cuando nosotros sus "amigos" le traicionamos. En todos estos momentos Él nunca se preguntó ¿Por qué a mí?, sino que sufrió todo eso por Amor, por ese inmenso amor que nos tiene, y además porque tenía un propósito: el cumplir con la voluntad de su Padre para liberarnos del pecado y darnos la esperanza de una vida nueva eterna. Si Cristo con ser Él tan bueno, sufrió tanto, por qué voy a pensar que yo merezco más que Cristo. Cristo, hasta el último segundo de su vida cumplió con la voluntad de su Padre celestial. El abrazó su cruz en obediencia. ¿Y tú, te quejas de tu cruz? Dios nunca nos da una cruz más pesada de la que podemos cargar. Él, en su voluntad, nos da la cruz justa, a nuestra medida. Había una vez una persona cansada de cargar su cruz; renegaba de su vida, y sus días eran tristes y amargos. De pronto, cierto día, se le apareció Jesús y le preguntó qué le ocurría. Entonces, se quejó a Él diciéndole que la cruz que le había dado era demasiado pesada para sus fuerzas y que no podía cargarla. El Señor le respondió: Bien, entonces, elige tú la que deseas y le mostró unas cuantas cruces. Este hombre empezó a probar cuál de las cruces le convenía. Primero se probó una y le resultó demasiada pesada, horriblemente pesada, luego se probó otra y otra, y también ocurrió lo mismo. Hasta que su mirada fue hacia la cruz más pequeñita, caminó hacia ella, se la colocó y vio que era a su perfecta medida. Entonces dijo: Señor me quedo con ésta. Jesús responde: ¿Estás seguro de que podrás con ella?. Y el hombre dice: Si, ésta es la más pequeña y me va a la perfección. Entonces Él le responde: "Es justamente la cruz que yo te había dado y la cual tú cargabas". Con esto, quiero decirte, que cuando algo nos dañe o cuando pensemos que el dolor es mayor que nuestras fuerzas, abandonemos aquella idea, porque Dios, nos da a cada uno la cruz, exactamente a nuestra medida. ¿Aún te parece demasiado pesada tu cruz? ¡Sólo tú tienes la respuesta! Mejor pregúntale. ¿PARA QUE ESTO, SEÑOR? Esa es la pregunta adecuada. Él te mostrará cuál es Su Voluntad. Tenemos que aprender a aceptar la voluntad de Dios, lo que Él quiera. Hay que partir de una realidad incontestable, nos guste o no nos guste, tanto a creyentes como a no creyentes y es la de que en este mundo y en todo lo creado siempre se realiza la voluntad de Dios. Y esta se realiza siempre, independientemente de cualquiera que sea nuestra actitud frente a ella. De acuerdo con lo anterior, inicialmente dos son las actitudes que podemos adoptar: Una la de aceptar plenamente su voluntad, lo que nos parecen cruces, con total alegría, en la confianza que, aunque no lo entendamos. La otra es la de pedirle a Dios que modifique su voluntad. A la vista del resultado, si Dios no ha aceptado nuestra petición de modificación, caben tres posturas: La primera la más perfecta, que coincide con la anteriormente expuesta y que es la de aceptar plenamente y con alegría el cumplimiento de la divina voluntad. La segunda que es la más extendida, y que consiste en aceptar, refunfuñando. Es ésta la que se conoce con el nombre de resignación cristiana. La tercera la menos inteligente, y dan ganas de escribir; la más infantil, que consiste en rebelarse. Aceptar la voluntad de Dios, es fácil cuando ella coincide con nuestros deseos, pero si no coincide entonces estamos ante harina de otro costal. En este segundo supuesto, no caigamos en el error de creer que la voluntad de Dios se puede negociar, aceptemos siempre con alegría la divina voluntad sobre nosotros y tengamos siempre la seguridad, de que lo que Él quiere, es siempre mejor que lo que nosotros creemos que es lo mejor. El planteamiento de una negociación con Dios, es una práctica muy extendida: Señor si  me das esto, haré por Ti aquello. Es este un tema delicado ya que en determinados casos y mediando un ingenuo planteamiento de buena fe, puede no ser reprobable esta actitud, pero es el caso, que la mayoría de las veces hay personas que se creen que Dios es un tratante, al que se le puede dominar con las promesas de cumplimiento, de determinados sacrificios. No, a Dios no se le puede comprar. Para Dios es mucho más importante las demostraciones de amor y de obediencia a la “cruz” que nos quiera dar., Amar la voluntad de Dios sea ésta cual sea, es el único camino que nos llevará a Dios. Hay una gran diferencia entre hacer la voluntad de Dios o hacer lo que “nosotros pensamos” que es la voluntad de Dios. A continuación, te doy tres formas para saber realmente si estoy bajo la voluntad de Dios o no. Primero: Cuando lo que haces no va en contra de la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Un día Dios quiso que nosotros los humanos nos guiáramos según su voluntad, para eso instituyó las Sagradas Escrituras y estableció su Iglesia, para que en ellas encontráramos la sabiduría, no solo para vivir, sino que también para tomar decisiones correctas. Segundo: Cuando sientes paz en tu corazón. Este es un punto que siempre defenderé, pues es importantísimo. Mientras no estés haciendo la voluntad de Dios habrá dentro de tu corazón una inquietud producida por la falta de seguridad de que estás haciendo la voluntad de Dios. Mientras en tu corazón no exista una paz puesta por Dios, no te apresures a tomar una decisión. Tercero: Los frutos hablarán de tu accionar. Recuerda que Dios siempre respalda su voluntad, es decir que si tú te guías según su voluntad los frutos en lo que haces se verán. Si a lo mejor tomaste una decisión, y no ves frutos, y pasa tiempo, y más tiempo, y los frutos no se dejan ver, quiero decirte que posiblemente esa decisión no fue acertada. Por otra parte, humanamente puede ser que pienses que estás en el periodo de esperar, pero si tu corazón se inquieta y lejos de ver una respuesta vez todo en contra, déjame decirte que es posible que no estés bajo la voluntad de Dios. “El mundo y sus concupiscencias pasa; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre”. 1 Juan 2:17 Espero de todo corazón que todo lo anterior te ayude a progresar en tu vida cristiana, en tu madurez como hijo(a) de Dios. Tu hermano en Cristo Jesús y María.                         Pepe Alonso

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