July 22, 2019

Unos minutos con Dios.
Empezamos la oración de la mañana en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Lee y medita la Palabra de Dios, si es necesario léala de nuevo, usando tu propia Biblia: Cantar de los Cantares 3,1-4a. Esto dice la esposa: “En mi lecho, por las noches, a mi amado yo buscaba. Lo busqué, pero fue un vano. Me levantaré. Por las plazas y barrios de la ciudad buscaré al amor de mi alma. Lo busqué, pero fue en vano. Y me encontraron los guardias de la ciudad, y les dije: ‘¿Qué no vieron a aquel que ama mi alma?’ Y apenas se fueron, encontré al amor de mi alma”. Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 R. Señor, mi alma tiene sed de ti. Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua. R. Señor, mi alma tiene sed de ti. Para admirar tu gloria y tu poder, anhelo contemplarte en el santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios. R. Señor, mi alma tiene sed de ti. Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con júbilo en los labios. R. Señor, mi alma tiene sed de ti. Fuiste mi auxilio y a tu sombra, canté lleno de gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me de seguro apoyo. R. Señor, mi alma tiene sed de ti. Evangelio según San Juan 20,1-2.11-18. El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Para la lectura Espiritual
San Gregorio Magno Mujer, ¿por qué lloras?
María se convierte en testigo de la compasión de Dios; sí, esta María de quien un fariseo quería romper su aliento de ternura. Si este hombre fuera un profeta, sabría quién es esta mujer que le toca: una pecadora. Pero las lágrimas de María han borrado la suciedad de su cuerpo y de su corazón; se lanzó a los pies de su Salvador, abandonando los caminos del mal. Estaba también sentada a los pies de Jesús y le escuchaba. Cuando estaba vivo, lo estrechó entre sus brazos; cuando estuvo muerto, lo buscaba. Y encontró vivo a aquel que buscaba muerto. ¡Encontró tal gracia en él que fue ella quien llevó la noticia a los apóstoles, a los mensajeros de Dios! ¿Qué es lo que debemos ver ahí sino la infinita ternura de nuestro Creador que, para avivar nuestra conciencia, por todas partes nos propone el ejemplo de pecadores arrepentidos? Pongo la vista sobre Pedro, miro al ladrón, examino a Zaqueo, me fijo en María, y no veo otra cosa en ellos que llamadas a la esperanza y al arrepentimiento. ¿Tu fe se ve acechada por la duda? Mira a Pedro que llora amargamente su debilidad. ¿Estás inflamado de cólera contra tu prójimo? Piensa en el ladrón: en plena agonía se arrepiente y gana la recompensa eterna. ¿La avaricia te seca el corazón? ¿Has robado a alguien? Mira a Zaqueo que devuelve cuatro veces más. ¿Preso de cualquier pasión, has perdido la pureza de la carne? Contempla a María, que purifica el amor a la carne en el fuego del amor divino.